Conducir en estado de ebriedad no es para nada aconsejable.
Para muchos este consejo es más que obvio pero hay quienes piensan que al conducir bajo los efectos de el alcohol tienen los mismos reflejos y hasta se sienten Fernando Alonso en un F1 o Sebastian Loeb en un rally. Casi un 50% de los jóvenes entre 14 y 18 años se ha emborrachado alguna vez. Según la encuesta ESTUDES, en muchos casos el emborracharse es el objetivo en sí mismo al salir de marcha el fin de semana, muchos de ellos no son conscientes del efecto que el alcohol produce en su organismo...
El alcohol altera nuestras capacidades cognitivas, pero ¿de qué forma lo hace?
Concentraciones de alcohol mínimas, de entre 0.2 y 0.4 gramos por litro ya afectan significativamente nuestras capacidades de atención. Somos menos capaces de resistir a las distracciones, nos cuesta más cambiar nuestro foco atencional de un estímulo a otro, y la habilidad de atender a varias cosas a la vez se ve disminuida. Además, también se reducen nuestras capacidades perceptivas y motoras, tardando más tiempo en reaccionar ante las cosas que suceden en el entorno. Por otra parte, el alcohol hace que tengamos una falsa sensación de seguridad, subestimando los riesgos y haciéndonos más proclives a comportamientos agresivos.
Y, como no podía ser de otro modo, estos cambios nos transforman al volante. De hecho, conducir ebrio es el mejor predictor de los accidentes de tráfico. Así lo describió una investigación realizada en Palma de Mallorca por el Instituto y Red Europea para el Estudio de los Factores de Riesgo en la Infancia y la Adolescencia. Tras valorar a más de 400 jóvenes encontraron que beber alcohol aumentaba la tendencia a realizar conductas de riesgo, entre las cuales estaba coger el coche en estado de embriaguez. Y es que para manejar un vehículo adecuadamente hace falta estar en perfectas condiciones cognitivas. Es necesario percibir bien las distancias entre los coches, reaccionar con rapidez y precisión, recordar las normas de circulación, autocontrolarse, ser mentalmente flexible para valorar las distintas situaciones y tomar decisiones ajustadas a cada una.
Pero no solo el alcohol nos transforma. En la actualidad es común la combinación de alcohol y sustancias como la marihuana, la cocaína o el éxtasis. De estas otras drogas también se ha descrito que alteran el funcionamiento de nuestro cerebro, mermando nuestra atención, memoria y funciones ejecutivas de forma similar al alcohol. En algunos casos estos efectos permanecen incluso tras un año de desintoxicación, lo que nos lleva a reflexionar sobre el potente daño cerebral que ocasionan y la necesidad de compensar esa alteración cognitiva con programas específicos.
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