Estudio afirma que lanzar objetos con precisión y velocidad fue una evolución crucial para el hombre.
La capacidad de lanzar objetos a gran velocidad y con precisión surgió hace cerca de dos millones de años para facilitar la caza a nuestros ancestros, y supuso un paso crucial en el proceso evolutivo del hombre, según una investigación que acaba de publicar la revista Nature. De hecho, los humanos son únicos en su habilidad para el lanzamiento si se les compara con otros primates. "Aunque los chimpancés son increíblemente fuertes y atléticos, los machos adultos de esta especie solo pueden realizar lanzamientos a 32 kilómetros por hora, lo que equivale a un tercio de la velocidad que imprime a una bola un chaval de 12 años que juega al beisbol", explica Neil Roach, investigador de la Universidad George Washington (EE UU) y coautor del trabajo.
Usando una cámara de vídeo en tres dimensiones, Roach y sus colegas filmaron varias películas de jugadores de béisbol en plena acción y descubrieron que el hombro humano funciona como una especie de tirachinas, que almacena y libera grandes cantidades de energía. "En el instante en que los humanos hacemos un lanzamiento, rotamos el brazo hacia atrás, estirando tendones y ligamentos que cruzan los hombros y almacenando energía elástica", explica el investigador. Cuando, a continuación, liberamos esta energía, "el brazo se acelera hacia adelante, generando el movimiento más veloz que es capaz de producir el cuerpo humano", añade. Esto es posible gracias a una serie de cambios anatómicos (reducción y ampliación de los hombros, expansión de la cintura y torsión del húmero) que permitieron a los primeros seres humanos cazar de manera más eficiente, es decir, lanzando proyectiles, lo que ayudó a nuestros ancestros a incluir carne en su dieta y allanó el camino a una serie de adaptaciones posteriores, como el aumento del tamaño del cerebro y la emigración de África.
"Si no fuésemos buenos en lanzar y correr y algunas otras cosas, nuestros cerebros no habrían evolucionado hacia tamaños mayores ni se habrían desarrollado habilidades cognitivas como el lenguaje. Es decir, que si no fuera por nuestra capacidad de lanzar no seríamos lo que somos hoy", concluye Daniel Lieberman, investigador de la Universidad de Harvard y coautor del estudio.
Usando una cámara de vídeo en tres dimensiones, Roach y sus colegas filmaron varias películas de jugadores de béisbol en plena acción y descubrieron que el hombro humano funciona como una especie de tirachinas, que almacena y libera grandes cantidades de energía. "En el instante en que los humanos hacemos un lanzamiento, rotamos el brazo hacia atrás, estirando tendones y ligamentos que cruzan los hombros y almacenando energía elástica", explica el investigador. Cuando, a continuación, liberamos esta energía, "el brazo se acelera hacia adelante, generando el movimiento más veloz que es capaz de producir el cuerpo humano", añade. Esto es posible gracias a una serie de cambios anatómicos (reducción y ampliación de los hombros, expansión de la cintura y torsión del húmero) que permitieron a los primeros seres humanos cazar de manera más eficiente, es decir, lanzando proyectiles, lo que ayudó a nuestros ancestros a incluir carne en su dieta y allanó el camino a una serie de adaptaciones posteriores, como el aumento del tamaño del cerebro y la emigración de África.
"Si no fuésemos buenos en lanzar y correr y algunas otras cosas, nuestros cerebros no habrían evolucionado hacia tamaños mayores ni se habrían desarrollado habilidades cognitivas como el lenguaje. Es decir, que si no fuera por nuestra capacidad de lanzar no seríamos lo que somos hoy", concluye Daniel Lieberman, investigador de la Universidad de Harvard y coautor del estudio.
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