Estudio afirma que las personas sinceras sienten aversión a las mentiras.
Según la visión económica estándar, la gente opta por mentir o sincerarse según lo que espere recibir a cambio, es decir, basándose en cómo repercute en su propio beneficio material. Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Quebec en Montreal (Canadá) desmienten esta visión y revelan que en muchos casos una persona es sincera "porque lo ha interiorizado, y lo contrario les hace sentir una emoción negativa como la culpa o la vergüenza, lo que conocemos como aversión pura a la mentira”, según explica a la agencia SINC Raúl López, investigador de la UAM y coautor del trabajo.
Para demostrarlo llevaron a cabo un ensayo con 258 personas que se repartían los papeles de mensajero y receptor. El que hacía de mensajero tenía delante una pantalla de ordenador y veía lo que los expertos denominan una señal aleatoria; en este caso, un círculo verde o azul que aparecía indistintamente. Una vez que el mensajero observaba el color, le tenía que mandar un mensaje al receptor indicando “ha aparecido el círculo azul” o “ha aparecido el círculo verde”, en otras palabras, podía mentir o decir la verdad. El receptor desconocía en todo momento el color, solo recibía el mensaje. Se daban, además, unos pagos monetarios dependiendo de lo que se decidiera, mentir o decir la verdad. “El receptor siempre recibía 10 euros, pasara lo que pasara. El mensajero, si mandaba el mensaje verde recibía 15 euros, y si manda azul, 14 euros”.
Los sujetos se enfrentaban, por tanto, al dilema de mentir o no para ganar más dinero. Para dilucidar la motivación y ver si influía el conformismo –por el que la gente dice la verdad porque piensa que es lo que se espera que diga–, se repitió la prueba, primero con una alta probabilidad de verde, y después de azul.
Dado que mentir sólo aporta beneficios monetarios cuando la señal es azul, cabría esperar que el receptor mintiera con mayor probabilidad cuando la probabilidad de azul era alta. “Comprobamos que el conformismo no influía en la decisión y que existía un 40% de gente que decía la verdad siempre. Este hecho está a favor de la hipótesis de que esa gente era adversa a la mentira. Es una evidencia aparentemente muy fuerte”, argumenta el coautor de estudio.
Ni la tendencia religiosa, ni el género, ni la preferencia política se relacionaban con ser honesto. Por otro lado, los autores analizaron también las expectativas de la gente que dice siempre la verdad y de los mentirosos, incentivándoles con dinero. Y vieron que mientras la gente honesta cree que los demás son honestos, los que son deshonestos creen que los demás también van a mentir.
Para demostrarlo llevaron a cabo un ensayo con 258 personas que se repartían los papeles de mensajero y receptor. El que hacía de mensajero tenía delante una pantalla de ordenador y veía lo que los expertos denominan una señal aleatoria; en este caso, un círculo verde o azul que aparecía indistintamente. Una vez que el mensajero observaba el color, le tenía que mandar un mensaje al receptor indicando “ha aparecido el círculo azul” o “ha aparecido el círculo verde”, en otras palabras, podía mentir o decir la verdad. El receptor desconocía en todo momento el color, solo recibía el mensaje. Se daban, además, unos pagos monetarios dependiendo de lo que se decidiera, mentir o decir la verdad. “El receptor siempre recibía 10 euros, pasara lo que pasara. El mensajero, si mandaba el mensaje verde recibía 15 euros, y si manda azul, 14 euros”.
Los sujetos se enfrentaban, por tanto, al dilema de mentir o no para ganar más dinero. Para dilucidar la motivación y ver si influía el conformismo –por el que la gente dice la verdad porque piensa que es lo que se espera que diga–, se repitió la prueba, primero con una alta probabilidad de verde, y después de azul.
Dado que mentir sólo aporta beneficios monetarios cuando la señal es azul, cabría esperar que el receptor mintiera con mayor probabilidad cuando la probabilidad de azul era alta. “Comprobamos que el conformismo no influía en la decisión y que existía un 40% de gente que decía la verdad siempre. Este hecho está a favor de la hipótesis de que esa gente era adversa a la mentira. Es una evidencia aparentemente muy fuerte”, argumenta el coautor de estudio.
Ni la tendencia religiosa, ni el género, ni la preferencia política se relacionaban con ser honesto. Por otro lado, los autores analizaron también las expectativas de la gente que dice siempre la verdad y de los mentirosos, incentivándoles con dinero. Y vieron que mientras la gente honesta cree que los demás son honestos, los que son deshonestos creen que los demás también van a mentir.
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