domingo, 26 de marzo de 2017

4 acciones que podrían resultan en una relación de pareja tóxica 

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Por: Maria Jose CA - 03/25/2017

De pronto un día nos damos cuenta que nuestra vida gira en torno al teléfono celular, al miedo y a la saturación de peleas, y sólo hasta ese momento comenzamos a ver la relación con otros ojos.

No hay quizá nada más emocional y espiritualmente desgastante que un mal de amores, y uno que implique una relación de pareja inestable, conflictiva y caótica. Produce un estado de ánimo en el que no sólo predomina la angustia e imposibilita enfocar la atención a otros temas, como el trabajo, la escuela, la familia, entre otros; y también desencadena una serie de malestares y conflictos con nuestra cotidianidad, la salud y personas más cercanas. 
De pronto un día nos damos cuenta que nuestra vida gira en torno al teléfono celular, al miedo y a la saturación de peleas, y sólo hasta ese momento comenzamos a ver la relación con otros ojos: unos con mayor objetividad sobre la insalubridad de la relación. Incluso lo que antes nos llegaron a advertir comienza a tener lógica, sobre cómo el principio fue cómodo pero la convivencia con la pareja se tornó incómoda y en algunas ocasiones violenta. 

Al indagar sobre las posibles causas que deterioraron a tal grado la relación, se encuentran cuatro patrones más comunes: 

– La dependencia. 
Si bien cada miembro de la pareja necesita el apoyo y compañía del otro, también de un espacio personal para desarrollarse independientemente. Es decir que es generar un equilibrio entre la individualidad y la pareja, en especial a la hora de continuar con proyectos personales en torno a lo profesional, la actividad física, amistades, forma de vestir, personalidad, entre otros. Mediante al establecimiento de acuerdos, comunicación, compresión –disfrutar del goce del otro pese a no estar junto a él o ella–, autocuidado, la relación irá evolucionando a tener actividades en conjunto y actividades individuales. Pues así, incluso, la compañía de la pareja se hace aún más satisfactoria. 


– Diferentes valores no negociables. 
Estar en una relación implica comprometerse con un vínculo entre dos seres tanto con un historial familiar y personal –aunque provengan del mismo grupo cultural–como con objetivos a largo plazo diferentes. Por ejemplo, puede llegar a suceder que uno de los miembros desee un hijo y el otro prefiere viajar por el mundo. Es verdad que hay valores que pueden ser más o menos flexibles, como modificar los horarios de sueño, pero hay otros, como los proyectos de vida personales o ideologías políticas, éticas y sociales, que no se pueden  ni se quieren cambiar. Al no haber un estado de consciencia ni acuerdo al respecto, muchas veces se termina en una relación de pareja cargada de rencor e indiferencia. 



– Ausencia de compromiso. 
Estar en una relación de pareja, tradicional o abierta, requiere de compromiso para cumplir con los acuerdos establecidos entre ambos miembros. El compromiso incluye ser capaz de comunicar aquello que duele –por ejemplo, la presencia de una tercera persona–, escuchar empática y atentamente lo que le duele a la pareja –¿es la conducta de la tercera persona o de uno en relación con él y ella?– y tanto proponer como realizar cambios en función del bienestar de la pareja. En el caso de que el compromiso no se exprese en la confianza, la comunicación, el respeto y los actos del día a día, es muy probable que esa relación se vuelva disfuncional, dolorosa así como llena de rencor. 

– Fomentar explícita o implícitamente la desigualdad/inequidad. 
Conductas como revisar los mensajes del teléfono celular, correos o redes sociales, prohibir amistades o vínculos, menospreciar la manera de vestirse, pensar o actuar, humillar pública o íntimamente, forzar actos sexuales –o de lo contrario “puede irse con otra persona”–, entre otros actos que fomentan la violencia tanto de la pareja como de género. La desigualdad e inequidad resulta cuando uno de los miembros ejerce el control y poder, pero lo fomenta desde su subjetividad consciente. 


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