miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Es cierto que jugar como local, da cierta ventaja a los equipos?.

¿Es cierto que jugar como local, da cierta ventaja a los equipos?.



Se acerca la copa mundial de futbol y ya los favoritos comienzan a salir y más aun cuando uno de los grandes favoritos juega como local y los expertos advierten que es una gran ventaja de por si y la pregunta que cabe hacerse es, ¿es cierto que jugar de local da una ventaja significativa?.

El sentido común y la experiencia nos dicen que en una competición deportiva el que juega en campo propio tiene una cierta ventaja. De hecho, algunos torneos se juegan a doble vuelta, precisamente para contrarrestar este efecto, de tal forma que cada equipo juega una vez en casa y otra en la de su rival. También por ello, en algunas competiciones los puntos obtenidos en campo ajeno cuentan más, ya que -se infiere- son más difíciles de conseguir en un territorio “hostil”. Pero en realidad, si tuviéramos que explicar de dónde viene tal ventaja, nos veríamos en un aprieto. “Haberla hayla”, como dicen de las meigas y brujas; decir por qué ocurre es otra cosa.

Atribuir un resultado favorable -al menos exclusiva- al empuje del “jugador número doce” es cómo darle el mérito a los duendes o a cualquier otra entidad mítica. ¿Cómo transmite la grada su “energía positiva” al resto del equipo? Tal vez la emisión sincronizada de buenas vibraciones por parte de miles de aficionados es capaz de empujar la pelota al fondo de la red, igual que la mente de una sola persona es capaz de doblar una cucharilla… pero, aunque nos guste pensar que pueda ser así y confiar en una suerte de superpoder mental, no es una explicación científica. Incluso, las investigaciones parecen indicar que en ocasiones ocurre lo contrario. Jugar en casa puede suponer un obstáculo para el éxito. ¿Acaso los forofos que han pagado una costosa entrada se dedican a enviar malas vibraciones a su equipo?

Una revisión llevada a cabo por Allen y Jones (2014), publicada en Current Directions in Psychological Science, ha investigado estos fenómenos. Los estudios previos parecen confirmar que jugar en casa o hacerlo fuera no es indiferente, pero tanto en un sentido positivo como negativo. Por regla general, la norma es que el equipo o jugador local tiene una mayor probabilidad de hacerse con la victoria; al menos, no parece que haya deportes en los que esta probabilidad se incremente si estás en casa de tu rival. Sin embargo, en momentos y situaciones de máxima tensión, como una bola de partido en el tenis, un partido de fútbol decisivo para una clasificación, o una final, el que juega en casa podría encontrarse en desventaja.

¿Cómo se explica la ventaja del anfitrión? La argumentación clásica aporta cuatro razones, que pueden ejercer su influencia en el estado psicológico de los jugadores, entrenadores y árbitros, aunque no parecen estar exentas de matizaciones. El apoyo de una audiencia favorable, la fatiga del contrario que ha tenido que desplazarse al campo propio, la familiaridad con la cancha y la existencia de reglas -en algunos deportes- que favorecen al de casa, son puntos a favor para éste. Pero como decía antes, las buenas vibraciones no lo explican todo. Tal y como apuntan Allen y Jones (2014), algunos estudios han encontrado que el equipo de casa conserva alguna ventaja…incluso aunque el partido se juegue sin audiencia.

Una explicación alternativa a los efectos derivados de jugar en casa tiene un cariz más biologicista y se fundamenta en el modelo de territorialidad animal. Aunque puede necesitar una mayor contrastación empírica, la hipótesis es sugerente. La ventaja del que juega en casa sería una manifestación, según este modelo, de la disposición natural a proteger el territorio propio frente a incursiones de extraños. Es decir que, igual que un chimpancé hace una exhibición de su poderío físico cuando un incauto entra en su territorio, el jugador -en el fondo todos somos monos sofisticados- daría el todo por el todo al ver que un rival está pisando su campo. La idea, así dicha, da la impresión de ser algo facilona, y también especulativa. Las cosas cambian un poco al estudiar la territorialidad desde la perspectiva de las bases biológicas de la conducta. La testosterona es una hormona asociada a la respuesta de protección del territorio en muchas especies animales. Y los seres humanos no somos una excepción. Los estudios han encontrado que las concentraciones de testosterona de los futbolistas o los jugadores de hockey sobre hielo son mayores al competir en casa.

La aproximación biológica también podría contribuir a explicar por qué en ocasiones competir en casa supone una desventaja. En este caso, la hormona implicada es el cortisol, popularmente conocida como la hormona del estrés. En algunos estudios se ha puesto de manifiesto que los niveles de cortisol son menores cuando el juego se desarrolla fuera de casa. Es decir, que el estrés sería mayor cuando uno ha de demostrar ante los suyos de lo que es capaz.

La forma en que se lleva a cabo el procesamiento de la información en determinadas situaciones “en casa” y algunos aspectos motivacionales también podrían ser desventajosos. Habitualmente, los jugadores desarrollan su actividad en “modo automático”, encadenando conductas previamente ensayadas de forma casi mecánica, sin pensar mucho en ellas. Pero en situaciones críticas en el juego, especialmente cuando uno está bajo la presión de su propio público, el jugador pasaría a un funcionamiento “controlado” y autoconsciente. Trata de hacer todo lo posible por garantizar una buena ejecución, se vuelve más cauteloso, y en consecuencia deriva recursos atencionales al control de sus movimientos, cambiando el foco de lo externo -el juego, al que antes destinaba más recursos- a lo interno -su propia actividad motora-. Por otra parte, cuando uno está en casa y bajo presión, el objetivo no es tanto lograr el éxito como evitar el fracaso. Esta motivación, sin embargo, está asociada a un menor rendimiento en el deporte.

Como conclusión de la revisión de Allen y Jones (2014), puede decirse que contamos con algunas hipótesis interesantes sobre los efectos que jugar en casa tiene sobre el rendimiento deportivo. No obstante, las cosas aún no están del todo claras (posiblemente por fortuna para las casas de apuestas y los espectadores que disfrutan al filo del infarto); y sobre todo, se necesita un modelo teórico en el que se puedan ir integrando los diferentes hallazgos, a veces fragmentarios. En cualquier caso, este puede ser un campo en el que biología, cognición y variables del contexto social lleguen a jugar en equipo algún día.

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